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 COLABORACIÓN DE MERCEDES LUQUE SILES

 

 

Nunca podré olvidar un Viernes Santo de madrugada,

cuando por las calles de Jaén muy triste caminaba.

Mis pensamientos se mezclaban con el griterío de la gente,

que a la catedral se dirigían a su cita de siempre.

 

 

Una fuerza extraña me atraía hacia aquél lugar,

y sin apenas darme cuenta me hallé en la Catedral.

Frente a la inmensa fachada resplandeciente por tanta luz,

aguardando está la gente a que salga Nuestro Padre Jesús.

 

 

El himno empieza a sonar y las puertas, ¡por fin, se abren!,

y Jesús se detiene en la puerta para que los jiennenses lo contemplen.

El murmullo de la plaza a mis oídos se queda sordo,

la gente se desvanece y quedamos Él y yo, mirándonos fijamente.

  

 

Le pido en silencio que me ayude a seguir,

y con el parpadeo de sus ojos me ha dicho que sí.

En cuestión de segundos mi dicha desaparece,

y de nuevo regreso al tumulto con la gente. 

 

 

¡Viva Nuestro Padre Jesús!, ¡Viva el Abuelo!,

gritan los jiennenses al paso del Nazareno.

Una inmensa emoción a los presentes nos invade,

cuando llega la hora del encuentro, de Jesús con su madre.  

 

 

 

Por las calles de Jaén Jesús va haciendo camino,

y durante horas paseará hasta llegar a su destino.

¡Adiós, Jesús Nazareno!, ¡Adiós, Abuelo de Jaén!

gritan los jiennenses al despedirse de Él.

 

 

 Mercedes Luque Siles